La Unión por la Patria duró menos de un día. El nuevo nombre del partido kirchnerista (y peronista) perdió sentido y significado cuando Cristina Kirchner agarró el micrófono en Santa Cruz y se despachó contra sus supuestos aliados Alberto Fernández y Daniel Scioli. El Frente de Todos optó por disimular sus diferencias durante mucho tiempo; la flamante coalición peronista Unión por la Patria es, en cambio, un surtido político fisurado desde el principio. Una Cristina Kirchner débil y urgida debe, en tales condiciones, elegir a quién la representará mejor en las elecciones presidenciales. Nadie es lo que parece ser. “Cristina habla de Alberto como si este hubiera nacido de un repollo, y Alberto habla de la inflación como si este país no fuera el que él preside. Menos mal que todavía está Sergio”, dice un intendente del conurbano que solía ser más albertista que massista. Los viejos albertistas son los más implacables con el Presidente. “La desorientación peronista tiene un culpable y se llama Alberto Ángel Fernández”, precisa otro antiguo amigo del jefe formal del Gobierno. ¿Por qué la culpa es de él? “Nunca tuvo una estrategia ni un plan ni una ambición. Nunca defendió a los suyos”, explica un intendente bonaerense que promovió desde el principio la independencia presidencial de Cristina Kirchner; sostiene que Alberto Fernández pudo rodearse de gobernadores e intendentes para organizar una renovación peronista que nunca sucedió. En tiempos recientes, el Presidente y su vice tuvieron algunas peleas por las elecciones primarias. Los exalbertistas se indignan: “Son las peleas de un matrimonio viejo. Sin sustancia ya, solo por las pequeñas cosas”.